Después de creer que era una muy mala persona, un monstruo pero que al parecer tenía buenas intensiones y sentimientos empecé a ver que podía ayudar a la gente, que podía estar para ellos cuando lo necesitaran. Escuchar. Apoyar. Me mostré amable y comprensiva. Y pronto descubrí que los chicos necesitaban mucho cariño y yo tenía de sobra para dar. Empecé a consolarlos, a aconsejarlos. Pero cada vez después de un tiempo me cansaba, era bonito pero no era el amor que estaba buscando. No recibía nada. Otra vez se estaban llevando cosas de mi y me dejaban vacía. Qué rabia. Qué rabia porque ni siquiera podía decirselos. Decirles lo sola que me hacían sentir. No puedo hablar. No puedo encontrar la forma de hacerles entender. Estoy harta.
Cada vez empiezo a notar más que no necesito estos sentimientos. Tengo que sacarlos del camino. Me doy cuenta que no tengo porqué salvar a nadie. No es mi trabajo. La gente puede hacer como yo, solucionar sus cosas solos, no es necesario molestar a nadie con tus mierdas. Quiero estar tranquila. Me vuelvo fría. Me gusta mucho. Saboreo el poder de no sentir nada.
Al final no lograrás salvar nada.
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