Siempre fuera de lugar, incómoda. Callada. Me lo dicen mucho. Me lo recuerdan a cada minuto. No estoy hablando. Perdón. No sé qué decir. No quiero estar aquí. Me refugio con personas que hablan sin parar, de esa forma no se fijan en que prácticamente no salen sonidos de mi más que risas en el momento indicado. Dios porqué no se callan. Me agradan porque me gusta escuchar. A veces. Tiempo después dejo de prestar atención. Ya no puedo seguir el ritmo. Busco escape en muchas cosas. La música. Los auriculares. Qué alivio. Necesito más espacio. Nunca es suficiente. No quiero salir. De repente prefiero quedarme en casa leyendo. Leo mucho. Muchísimo. Cientos de libros. Me ayudan a sentir. Me ayudan a encontrar respuestas. Me ayudan a obtener formas de expresarme, una nueva personalidad. Ya vamos a llegar a eso. Muchas veces me quedé sin saber quién era después de pasarme meses fingiendo. Juro que no me daba cuenta. Hasta que no pude sonreír más. La sonrisa se quebró. La chica de la sonrisa rota. Me revolqué en eso muchos años. Después ya era solo una búsqueda para volver a encontrarla. Y siempre vuelve a mi.
Todo esto pasó sin que nadie se diera cuenta.
Lo oculté muy bien. Cada vez que alguien sospechaba que algo no iba bien, me levantaba en simpatía, hacía muchas bromas. Uuuuuf la chica que hacía reír a todos. Siempre tenía un comentario ingenioso o sarcástico. Me encantaba esa chica. Era la mejor actriz. Era la parte que siempre busco recuperar.
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